ÁRBOL SECO
Quizá la muerte sea este árbol mocho
con ramas y con huesos hacia el cielo
donde se van quedando como nidos
grandes y helados los desnudos cuerpos
llenándose de gris azul los ojos
sin mirada en el ala de un espejo.
La tierra no corrompe, el aire acuna,
van a ser puro rastro ya los huesos,
la carne pura huella transparente,
flotando como nube, como vuelo.
Este árbol solo en tierra de ceniza,
en paisaje de pálido desierto,
este árbol mineral, petrificado,
esta lejana sombra de esqueleto,
esta oscura bandera inmóvil, esta
descorazonadora isla sin tiempo,
esta estatua de olvido calcinado,
esta corporeizada alma de espectro,
este desazonado escalofrío,
este despojo de un planeta ciego,
este corcel parado de amargura,
este bronquio gigante y sin aliento,
esta seca madera carcomida
sin primavera y sin milagro o verso
machadiano que salve,
pudiera ser aún más que todo eso:
quizá la muerte abierta en puras ramas
esperando tal vez que nos posemos.
Leopoldo de Luis