LA SEÑAL
Mirad los valles claros, los tranquilos
campos de Dios que abril puro hermosea.
Los horizontes donde azules hilos
tejen la luz, como ave que aletea.
Ved los hondos paisajes reflejados
en el humano que por ellos yerra.
Los rostros de los hombres van signados
por la limpia hermosura de la tierra.
Como estos encendidos panoramas
es el hombre, paisaje en carne ardiente.
Como al árbol, el sol dora sus ramas.
Como a la tierra, el aire da en su frente.
Sólo una lumbre extraña hay que rubrica
su mirada y sombría la convierte,
que a un tiempo lo condena y purifica:
es la roja azucena de la muerte.
Leopoldo de Luis