XII
(VÍA MUERTA)
Como trenes lejanos nos cruzan los recuerdos
en la noche, a través de los campos del alma.
Nos huyen. Los sentimos. El tiempo los conduce
a la remota oscuridad sonámbula.
Quedamos silenciosos, como estaciones solas,
frías en la desnuda madrugada.
Dios es a veces sólo el párpado amarillo
de esa única luz que no se apaga.
Sordos, en qué profundas vías muertas de olvido
los vagones del sueño se topan y se encallan
en la inmovilidad de la tiniebla
mientras la vida sigue silbando en la distancia.
Vías muertas de olvido, donde los guardagujas
del tiempo hunden la risa y la esperanza.
Raíles herrumbrosos por donde no es posible
transitar hacia el alba.
Oh tristes vías muertas
donde va la alegría condenada,
en las que descarrila definitivamente
aquel tren de juguete de la infancia.
Leopoldo de Luis