VII
(ATARDECER)
Ribera antigua. Pasas
como la tarde bajo el puente.
La tarde pone cobre, fuego súbito,
sobre la rosa de la piedra. Cede
la luz en el verdor hondo del agua.
En fus ojos la brasa de un sol breve.
Nos sonreímos porque el tiempo
nos ha puesto su cara alegre.
Desde el pretil dorado de esta tarde
que es como el sueño, nos parece.
—«No hay oíros días como huellas,
no hay camino esperando enfrente».
Nos miramos y nos callamos.
Alguien ha dicho lo que quieren
nuestros pechos. (Un áureo y mudo
pez en el río se sumerge).
Caminamos. Ahora tenemos
la hermosura del sol que muere
entre las manos. (La ciudad
como un instante se estremece).
Río. Ciudad. Declina
la tarde. Vamos lentamente.
Nos miramos y en el silencio
como en oscura cuenca vierte
su irremediable poso todo
lo que dejamos en el tiempo ausente.
—«Somos recuerdo». Nos miramos
y nos callamos.
Alguien ha dicho lo que temen
tu corazón, mi corazón. (El río
apenas suena bajo el puente).
Leopoldo de Luis