HONGOS DE LA RIBA
II
El Alcalde, de sucio Jipijapa de copa,
ceñido de una banda de seda tricolor,
panzudo a lo Capeto, muy holgada la ropa,
luce por el poblacho su perfil de bull-dog.
Hombre de pelo en pecho, rubio como la estopa,
rubrica con la punta de su machete. Y por
la noche cuando toma la lugareña sopa
de tallarines y ajos, se afloja el cinturón...
Su mujer, una chica nerviosamente guapa,
que lo tiene cogido como con una grapa,
gusta de las grasientas obras de Paul de Kock,
ama los abalorios y se pinta las cejas,
mientras que su consorte luce por las callejas
su barriga, mil dijes y una cara feroz.
Luis Carlos López