NOTA DE VIAJE
Una vieja, con los brazos suplicativos,
reza para que no haya temblor.
Y el ómnibus senil, con su cortina
llena de pringos, con la vetustez
de sus flacos solípedos, camina
como si tal, camina
como quien juega al ajedrez.
Extramuros, llevando el sedimento
de los villorrios, vuelve a la ciudad
sudoroso, ventrudo, soñoliento
con la inconsciencia de su edad.
Se respira un silencio comatoso
que hace mayor el frío,
que me torna indulgente con el oso
polar... (Ya no me río
de ti, Rubén Darío...)
Y por el solitario
camino, alguna res
asoma y huye ante el vocabulario
del cochero...
Después,
mientras prosigue el carromato, rara
vegetación y aves zancudas... para
dibujar un biombo japonés.
Luis Carlos López