EL BESO

                        I

Tras la montaña occidental, su disco
sepulta el sol de vivida escarlata,
mientras la luna, como flor de plata,
asoma y a sobre el opuesto risco.

Membrudo mozo de semblante arisco,
entonando una rústica sonata
que triste por los campos se dilata,
conduce las ovejas al aprisco.

Súbito, de un arroyo en el barranco,
una recia muchacha yergue el busto
que mal cubre un jubón de lienzo blanco.

Se torna al verla en plácido y travieso
del fornido pastor el rostro adusto,
y hacia ella corre por hurtarla el beso.

                        II

Y la caricia arrebató a la bella
q ue tras de hundir en la corriente clara
su airoso cuerpo de hermosura rara,
más tentadora en su esbeltez descuella.

Pasaron muchas tardes como aquella,
sin ceder a las súplicas, avara
siempre del don de la divina cara,
terco el mozo, indomable la doncella.

Mas ya la hermosa resistir no pudo,
y entre las manos del pastor nervudo
quedó sujeto el rostro antes huraño.

Y al sonar aquel beso apetecido,
oyós e allá a lo lejos el balido
entrecortado y triste del rebaño.