LA GOLONDRINA
Luz, la graciosa aldeana
Que al nacer la primavera
Vio subir a su ventana
La brillante enredadera
Que fue su encanto y su amor.
Hoy que al soplo del verano
La planta gentil espira
Perdido su adorno vano,
Luz la contempla y la mira
Sin asombro y sin dolor.
Y abre su casta ventana
La doncella encantadora,
Cuando la niebla lejana
Tímidamente colora
La luz del amanecer.
Y tendiendo el vuelo leve
Desde la acacia vecina,
Sobre sus hombros de nieve
Se posa una golondrina
Con afanoso placer.
Ave azul, blanca y ligera
Que vuela en pos del Estío,
Ave que va pasajera,
Como el pensamiento mío,
Buscando luz y calor.
Ave que, rizado y bello,
Para inspirar confianza,
Lleva prendido en el cuello
Un lazo verde-esperanza,
Prenda segura de amor.
Ave de incansable aliento,
Que atrás en su vuelo extraño
Se deja el rápido viento;
Ave impaciente que al año
Cruza dos veces la mar.
Ave que dice sus quejas
En breves notas al río;
Ave que bajo las tejas
Del antiguo caserío
Vuelve su nido a colgar.
Ave llena de misterio,
Que al morir la tarde canta
En la cruz del Monasterio
Que atrevido se levanta
Sobre el rasgado peñón.
Ave de afanosa vida,
Ave azul y voladora,
Ave en el mundo perdida,
Ave, en fin, que Luz adora
Con todo su corazón.
Y es bello ver cómo tiende
Del ala la corva pluma,
Y haciendo un lazo se prende
Sobre aquel seno de espuma,
Donde tranquila se está.
Y es tierno el ver la delicia
Con que la hermosa doncella
Con sus manos la acaricia
Cómo mirándose en ella
Tímidos besos le da.
Tierno corazón de ave,
En donde el amor se anida
Golondrina que no sabe
Que aquí en el mundo se olvida
Un amor por otro amor.
Y de su cariño ufana
No ve el ave pasajera,
Que la inconstante aldeana
Olvidó a la enredadera
Para ganar su favor.
Y Luz, rayo de la aurora,
En su amante sentimiento,
Olvida tal vez o ignora
Que las aves son del viento
Y que tras el viento van.
No ve que la golondrina
Que hoy cautiva su albedrío,
Es un ave peregrina,
Que apenas pase el Estío
Tras él sus alas irán.
Pero acude a su ventana
La doncella encantadora,
Cada vez que la lejana
Tímida niebla colora
La luz del amanecer.
Y dejando el frágil lecho,
Desde la acacia vecina
Viene a posarse en su pecho
La impaciente golondrina
Con afanoso placer.
Y buscando inquieta en donde
Apagar su sed ansiosa,
El pico entreabierto esconde
Entre los labios de rosa
De la doncella gentil.
Y por templar el exceso
De su inquietud, Luz, temblando,
La deja beber un beso,
Húmedo, apacible y blando
Como las auras de Abril.
Golondrina, cuando el cielo
Siegue la flor del verano,
Y lleves tu raudo vuelo
Hacia otro clima lejano
Buscando luz y calor;
Dale otro amor a tu vida:
No vuelvas desventurada,
Que es hermosa, Luz, y olvida;
Y que tú, ave enamorada,
Eres su segundo amor.
José Selgas y Carrasco