DOÑA LUZ
XXIV
Todo esto es un cuento, lo sabemos. He querido hacer un poema con tu muerte y he aquí que tengo la cabeza rota, las manos vacías. No hay poesía en la muerte. En la muerte no hay nada.
Tú me das el poema cuando te sientas a mi lado, cuando hablamos. ¡En sueños! ¿No serán los sueños sólo la parte subterránea de ese río que amanece cargado de esencias? ¿No serán el momento de conocer para siempre el corazón oculto de la tierra?
¿Quién canta? El que lloró hace rato. ¿Quién va a vivir ahora? Los que estábamos muertos.
El paralítico se levanta todos los días, a andar, mientras el ciego atesora la luz para siempre.
Por eso el hambriento tiene el pan, y al amoroso no lo sacia la vida.
Jaime Sabines