EL EXTRAVÍO
He seguido los pasos de una mujer pensativa. Me sedujeron los ojos negros y la extraña blancura de la tez.
Una enfermedad me había desinteresado de la vida.
Recorrí una serie de calles desempedradas y sumidas en la oscuridad. Yo me abandonaba al peligro de una manera indolente.
He llegado hasta el suburbio de su vivienda. La luna me fascinaba imperiosamente.
He presenciado el desfile y la reunión de unas figuras ambiguas. Todas mostraban el rostro de la mujer pensativa y me rodearon, formando un coro de amenazas y de lamentos.
Volví a la plaza principal de la ciudad, apoyado en el brazo de un sereno.
Visité, no obstante la hora avanzada, la sala en donde se me aceptaba de buen grado. Las ventanas dejaban salir a la calle una luz profusa.
Me incorporé, sin decir palabra, a la tertulia de los abates incrédulos.
José Antonio Ramos Sucre