SANTORAL
El monje vive en la caverna, originada de pretéritos asaltos del mar. El agua vehemente consiguió practicar un portillo en la roca.
La costa retorcida, alba de tantas olas, es la orla del manto de la noche cerrada.
La aspiración de las criaturas al infinito se torna angustiosa bajo el peso de la sombra. Adivinan y sienten el cerco de un cautiverio.
Seres informes se deslizan por el aire fluido. Son agentes del mal, anteriores al nacimiento de la tierra, más poderosos en el cambio de estación.
El monje está rodeado por las tentaciones del miedo. Acude al oficio de la media noche, aprendido de una hermandad sigilosa.
El socorro del cielo fuga las potencias enemigas de la luz. Se manifiesta en el trueno hondo y espacioso, en el relámpago entrecortado.
La faz del monje conserva para siempre el estupor de la noche del prodigio.
José Antonio Ramos Sucre