MI FANTASÍA
A don Juan María Gutiérrez
Mujer, ángel, poesía,
Sombra, sueño, fantasía,
Que mi mente
En los Aires y en el Cielo
En los mares y en el suelo
Te vi ardiente.
¿Dónde estás? ¡Mas, oh, qué digo!
Por qué me embriago contigo?
La Ambrosía
Cuyo deleite a los Cielos
De los ángeles en vuelos
Me subía;
¿Si apenas la hube probado,
Como a horrendo condenado
Del Eterno,
Desde los Cielos me lanza
Brazo lleno de pujanza
Al infierno...?
Por qué no viste primero
Que hay un sello lastimero
En mi frente
Que arrugándola sombría
Deja al Genio que me guía
Transparente.
Que está amarilla mi mano
Porque la oprime inhumano
Un destino
Que con burla, saña y risa,
Del dolor me lleva a prisa
En el camino...
Que marchitas divagando,
Mis miradas van buscando
Una huella
Donde no mire al infierno
Y ocultarme sempiterno
Pueda en ella
Donde no mire a mi lado
Forma, Demonio inflamado
Que exhalando
Su pestífera humareda
Va a mi vida entre su esfera
Sofocando.
Donde no mire a mi lado
Un fantasma descarnado,
Que con saña
Como el pensar a la vida,
Como el dolor a la herida
Me acompaña.
Y que cuando más opreso
Mi pecho siente al exceso
La amargura;
Siento a mi lado un suspiro
Vuelvo mis ojos y miro
Su figura...!
Y que cuando más la copa
Mi lívido labio toca
De ventura;
Siento me están apretando
Me fijo y veo, temblando,
Su figura...!
Y que cuando mas cautiva
Del festín mi risa esquiva
La locura;
Entre la risa y bullicio
Veo alzarse cual suplicio
Su figura...!
Y que cuando mas pretendo
Del porvenir estar viendo
Lumbre pura;
Allí contemplo enlutada
Trayendo en su frente —«nada»
Su figura...!
Y entre llanto y entre gozo
Y en el festín y el reposo
Va un clamor
Para mí solo lanzando
Y que yo escucho temblando
De pavor.
Que en el llanto y en el gozo
Y en el festín y reposo:
—Ven, —me dice— criatura,
Que esa esencia de ventura
Que has buscado delirando
No se exhala para ti;
Y esa vida que llorando
La vas, terco, conservando
¡¡Créelo, créelo, no es de ahí...!!
¿No es de ahí? ¡O, y qué cierto!
A mi Espíritu o destino,
¡Qué es el mundo en que camino
Sino un árido desierto...!
Mi corazón que ha encontrado
Cuando de amor encendido
Gloria y amor ha buscado
Sino un hielo endurecido...
Que ha visto mi Pensamiento
Cuando penetró violento
De lo grande en el arcano
Sino siempre un mundo vano...
La Sociedad que me ha dado
Cuando le mostré en su seno
Que tenía el mío bueno,
De amor por ella inflamado...
¿Qué me ha dado? Desengaños;
Y unas leyes que rompieron
Las cadenas que debieron
Al amor ligar mis años...
Y si ya ni una lazada
A mi Espíritu ceñía
Con el mundo do ignorada
Le fue siempre la alegría;
¿Por qué, mujer, convertiste
En volcanes mis pasiones;
Y en vez de amor me pusiste
Del frenesí las prisiones?
¿Por qué me enseñaste un mundo
Lleno de Gloria y bonanza,
Y un corazón en mi pecho
Lleno de amor y esperanza?
¿Por qué, mujer, me enseñaste
Que felicidad existe
Si cuando en ella me viste,
¡Maldición! me la robaste?
Mas, ¡ay! deliro, ¡mi Elvira!
El que solo en ti respira
Blasfemo al Cielo en mi voz...
¿Se atreve a culpar tu amor...?
¿Culparte a ti? ¡Oh, que horror!
A ti Suspiro de Dios.
¿A ti, mi esposa, mi estrella
Que supo la negra huella
De mi destino alumbrar;
A ti, mi amiga, mi flor
Que supo en ámbar de amor
A mi Espíritu embriagar...?
A ti, que contra mi seno,
Cual la esperanza y la vida,
Te quisiera ver unida
Una Eternidad, mi bien;
Y del mismo fuego lleno
Que otra vez, verte temblando
En mis brazos y exhalando
En vez de aliento volcán.
Y cual otra vez, mil años
Tu boca a la mía unir
Y a nuestras almas pasando
De un Cuerpo al otro Sentir...!
A ti, que ni la distancia,
Ni del tiempo la arrogancia,
Ni del dolor la constancia
Te separan de mi mente,
Donde estás resplandeciente
Como el Sol en su brillar.
A ti, que en la flor que crece,
En la estrella que aparece,
En cuanto bello se ofrece
Con su Sello divinal,
Cual en un terso cristal
Te contemplo reflejar...
A ti, que en vela y en sueño
En un delicioso ensueño
Con los ángeles me tienes;
Y del Mundo los vaivenes,
O sus premios o desdenes
Sombras hacen para mí;
Y suspiro, pienso, vivo,
Solo, errante, fugitivo,
Por volver, mujer, a ti...
¿Y te he culpado? ¡Ángel mío!
Perdona... Mi genio impío
Me separó de tu lado
Y mi Espíritu enlutado
De más negro se cubrió!
Y esa fantasma sombría
Que me sigue noche y día
Sin huir por compasión;
No es más que mi fantasía,
Que del infierno las llamas
Guarda y quema mi razón...
Montevideo, marzo de 1841.
José Mármol