ODA XXV
A MI LIRA
¿Dónde están, lira mía,
Los sones delicados,
Con que un tiempo adurmieras
Mis agudos quebrantos,
Endulzaste mis ocios,
Y el contento en mi labio
Al compás de tus trinos
Me adulara más grato?
Tú, amable compañera,
Mi delicia y regalo,
Siempre feliz pendiste
Blando honor a mi lado:
Bien al reír del alba,
Mirando el denso manto
Plegarse de las sombras
Fugaz ante sus pasos:
Bien si glorioso Febo
Con todo su boato
Descollaba de luces
Sobre el fúlgido carro;
O en la lóbrega noche.
Cuando su horror opaco
Más sublimes y graves
Me inspiraba los cantos.
Y dulce a mis amigos,
Con mimos y regalos
Preciado de las bellas,
Y en las naciones claro,
Por sus sones alegres
De humildes y medianos
Cual de excelsos señores
Me gozara buscado:
Con estrépito alegre
Por sus fiestas vagando
Los tonos, que benignas
Las musas me enseñaron.
Yo embebecido en torno
Con tu armónico canto,
Te consagré rendido
Cuanto tuve más caro:
De Pluto la riqueza,
La ambición y sus mandos,
De la Corte los humos,
Del ocio los halagos.
Siempre en tus cuerdas de oro
Mi solícita mano,
Y solo en pos corriendo
De la gloria y tus lauros.
¡Y ya ingrata, me olvidas!
¡Y pulsándote en vano,
No responden tus trinos
A mi ardiente entusiasmo!
Vuelve, oh lira, y no ceses;
Que a tu célico canto
Desparecen las penas,
Reflorecen los años.
Y vosotras, deidades,
Del excelso Parnaso,
Sostened al poeta,
Y alentad su desmayo.
Que él constante en sus cultos,
Irá en su último ocaso
Hasta el Lete ominoso
Vuestras glorias cantando:
Do Carón a escucharlas
Parará el triste barco,
Y el Cerbero trifauce
Sus aullidos insanos.
Juan Meléndez Valdés