A UN CLASICISTA QUE HABLÓ DE SUICIDARSE
A un anciano abatido—
Avive el buen Cristiano
El seso adormecido,
Ponga al hierro mortífero la mano,
Mas no a la sien insano,
Sino a tierra, en arado convertido. —
Mírese por el suelo—
El vasto cráneo roto,
Tinto en su sangre el pudoroso velo
De sus hijas, y al soto
El cuerpo echado, el alma opaca al cielo.
Y mire al reluciente
Señor, de ira vestido,
Y de luz de relámpagos, la frente
Nublar de oro encendido
Y cielo abajo echar al impaciente.
Y corno desraigado
Roble del alto Erebo
Mírese por los vientos arrastrado
Y deshecho, y de nuevo
Por prófugo a la vida condenado.
Pues ¿cómo en el remanso
Sabroso de la muerte
Derecho igual al plácido descanso
Tendrán el alma fuerte
Y la cobarde, el réprobo y el manso?
José Martí