EL FERVOR
Como en la piel de Rusia —¡es extraño!—, el latido
del abedul —acorde de olor— y en el gemido
la lágrima y el lúpulo en el oro fluido
de la cerveza, en todo me encuentro estremecido.
Mi corporeidad —mínima y acicular— es apta.
Su tensión esotérica a la adiaforia capta,
a la emoción impulsa y al entusiasmo rapta.
Soy penumbra, ebriedad de sol, senda, abditorio,
montículo de sombra, cumbre, reclinatorio,
rémora y acicate. ¿Verdad? Contradictorio.
Y omnipresente. En todo palpito. Mis huidas
moléculas perforan la vida, estremecidas...
Mi ubicuidad, empero, no alcanza a las mentidas
verdades, ni hasta el útero de las hembras vendidas.
Juan José Domenchina