TELEMAQUÍA
Dondequiera que haya un duelo, estaré de parte del que cae. Ya se trate de héroes o rufianes.
Estoy atado por el cuello a la teoría de esclavos esculpidos en la más antigua de las estelas. Soy el guerrero moribundo bajo el carro de Asurbanipal,
y el hueso calcinado en los hornos de Dachau.
Héctor y Menelao, Francia y Alemania y los dos borrachos que se rompen el hocico en la taberna, me abruman con su discordia.
Adondequiera que vuelvo los ojos, me tapa el paisaje del mundo un inmenso paño de Verónica con el rostro del Bien
Escarnecido. Espectador a la fuerza, veo a los contendientes que inician la lucha y quiero estar de parte de ninguno. Porque yo
también soy dos: el que pega y el que recibe las bofetadas. El hombre contra el hombre. ¿Alguien quiere apostar?
Señoras y señores: No hay salvación. En nosotros se está perdiendo la partida. El Diablo juega ahora las piezas blancas.
Juan José Arreola