ELÍPTICA
Voy a quedarme quieta, sin acento,
convaleciente, con la sangre mínima
para ir viviendo, ya olvidada, ínfima
huida de la risa y el lamento.
Voy a vivir más pálida que el aire
y más callada que la luz del alba,
con la breve fragancia de la malva
y una sonrisa, a veces, al socaire.
¡Qué descanso alentar hasta la muerte
ya sin más desafíos a la suerte,
oscura y leve, sin pulseras de oro,
sin pectoral de oro, sin diamantes!
Volver en una elíptica a lo de antes:
La anónima mujer sin un tesoro.
Juana de Ibarbourou