SAN VICENTE PAÚL
Libertador de remos y galeras,
matizado de estrellas y aventura,
la mano pía, de celeste hartura,
la sonrisa de malva tempranera.
El ancho manto donde todo cabe
desde el mendigo infiel al presidiario,
amoroso del lobo hasta el falsario,
desde el blasfemo a cuanto al cielo alabe.
En su pecho se cría la azucena
y en su mano de bálsamos, segura,
nace la azahar que limpia y que serena
todo dolor y toda costra impura.
Paso de tierra a cielos es su almena,
y es de tierras a cielo, su estatura.
Juana de Ibarbourou