RECONQUISTA
Cerrado el horizonte hasta mi puerta
y ni menta ni cardo en el camino.
Yo me decía a solas: ¡el destino!
callé mis truenos y tendime a muerta.
En el silencio al fin hubo una incierta,
mínima melodía, casi un trino
de agua o de flauta, en el vespertino
palor como de tierna aurora alerta.
Y llegó, ah, llegó lo inesperado
y lo irreal. El ensueño no soñado,
la libertad de alondras y laureles.
En el umbral de paz reconquistada,
oteo, sin terror en la mirada
hambrientos tigres, jerifaltes crueles.
Juana de Ibarbourou