REGRESO
Yo fui la luna de su madrugada,
la clara fuente de su sed de octubre.
¡Ay, la muchacha que no sabe nada
y el universo del amor descubre!
Le conocí la hora deslumbrada,
le miré el rostro que la luz recubre
en la suprema plenitud sagrada.
Y fui la llama de su mes de octubre.
Que importa ahora el manto de ceniza,
la frente oscura, la difícil risa,
y ya la voz sin la infinita música.
También es dulce, del laurel, la sombra.
Está más cerca la que no se nombra,
y vuelve a ser de resplandor mi túnica.
Juana de Ibarbourou