FIEBRE
Lejos estaba el agua de mi fiebre.
Yo no tenía fuerzas de alcanzar
el alto muro, la colina ardiente,
el cíngulo del cielo con el mar.
me hervía el fuego
entre la dura boca
andaba entre mi aire el huracán.
—Corazón que me fuiste generoso.
¿En lágrimas o sangre no me das
un solo sorbo, refrigerio mínimo,
más preciso que el pan y que la sal?
El rostro amado se borró del círculo
y pasaron por él cien rostros más.
Vino la niebla y me envolvió piadosa
en una bruma ya del más allá.
Muchos días después volví a la tierra,
triste morada de perpetua sed.
A nadie pido agua. Está muy lejos
la fuente que me diera de beber.
Visión del agua que debió ser mía.
Agua, de agua para sed de sed.
Juana de Ibarbourou