LA ÚLTIMA CARTA
Con la quietud de un síncope furtivo,
desangróse la tarde en la vertiente,
cual si la hiriera repentinamente
un aneurisma determinativo...
Hurló en el bosque un pájaro cautivo
de la fascinación de una serpiente;
y una cabra enigmática, en la fuente,
describió como un signo negativo.
En su vuelo espectral de alas hurañas,
la noche se acordó de tus pestañas...
¡Y en tanto que atiplaban mi vahído
las gracias de un billete perfumado,
ofició la veleta del tejado
el áspero responso de tu olvido!
Julio Herrera y Reissig