A MI PADRE, EN SUS DÍAS
Cuando feliz tu familia
Se dispone, caro Padre,
A solemnizar la fiesta
De tus plácidos natales,
Yo, el primero de tus hijos,
También primero en lo amante,
Hoy lo mucho que te debo
Con algo quiero pagarte.
¡Oh! ¡cuán gozoso repito
Que tú de todos los padres
Has sido para conmigo
El modelo inimitable!
De mi educación el peso
A cargo tuyo tomaste,
Y nunca a manos ajenas
Mi tierna infancia fiaste.
Amor a todos los hombres,
Temor a Dios me inspiraste,
Odio a la atroz tiranía
Y a las intrigas infames.
Oye, pues, los tiernos votos
Que por ti Fileno hace,
Y que de su labio humilde
Hasta el Eterno se parten.
Por largos años el cielo
Para la dicha te guarde
De la esposa que te adora
Y de los hijos amantes.
Puedas ver a tus biznietos
Poco a poco levantarse,
Como los verdes renuevos
En que árbol noble renace,
Cuando al impulso del tiempo
La frente sublime abate.
Que en torno tuyo los veas
Triscar y regocijarse,
Y entre cariño y respeto
Inciertos y vacilantes,
Halaguen con labio tierno
Tu cabeza respetable.
Deja que los opresores
Osen faccioso llamarte,
Que el odio de los perversos
Da a la virtud más realce.
En vano blanco te hicieron
De sus intrigas cobardes
Unos reptiles impuros,
Sedientos de oro y de sangre.
¡Hombres odiosos!... Empero
Tu alta virtud depuraste,
Cual oro al crisol descubre
Sus finísimos quilates.
A mis ojos te engrandecen
Esos honrosos pesares,
Y si fueras más dichoso,
Me fueras menos amable.
De la triste Venezuela
Oye al pueblo cual te aplaude.
Llamándote con ternura
Su defensor y su padre.
Vive, pues, en paz dichosa:
Jamás la calumnia infame
Con hálito pestilente
De tu honor la luz empañe.
Entre tus hijos te vierta
Salud, bálsamo süave,
Y amor te brinde risueño
Las caricias conyugales.
(Noviembre de 1819)
José María Heredia