EN LA MAJADA
(CORO DE VAQUEROS)
VAQUEROS
La alborada,
la alborada, la alborada va a venir.
No se puede con el frío de la helada
dormir.
¡No se puede dormir!
Se mete hasta los tuétanos
el húmedo relente
y el filo del carámbano
parece que se siente
por la carne dolorida penetrar.
Se hielan en los párpados
las gotas de rocío,
las mantas empandéranse
y no quitan el frío;
este frío que nos hace tiritar.
MAYORAL
¡Arriba, muchachos!
¡Que va a amanecer
y al chozo hoy los amos
nos vienen a ver!
VAQUEROS
La alborada,
la alborada por allí despuntará.
Ya la luna, melancólica, borrada,
se va;
¡ya la luna se va!
Pusiéronse ya pálidos
el carro y las cabrillas;
ya cantan en los árboles
las tontas abubillas
la temprana monorrítmica canción.
Calláronse los cárabos,
y braman los becerros;
las vacas, levantándose,
sacuden los cencerros,
que resuenan como notas de un bordón.
¡Tolón! ¡Tolón!
¡Tolón! ¡Tolón!
MAYORAL
¡Aprisa, muchachos
que va a clarear,
y ya están las vacas
queriendo marchar!
VAQUEROS
La alborada,
la alborada por allí ya despuntó.
Su venida la alegría en la majada
vertió.
¡La alegría vertió!
Las vacas, relamiéndolos,
sus chotos amamantan;
allá en las vegas húmedas,
las nieblas se levantan
y transponen de las cúspides a ras;
la escarcha de los árboles
el sol va derritiendo,
y al suelo en puras lágrimas,
deshechas van cayendo
con monótono dulcísimo compás.
¡Tas! ¡Tas!
¡Tas! ¡Tas!
Y a la vaca más lechera,
que llamándonos espera,
desde que al choto se acercó
asaltamos de costado,
el becerro por un lado,
por el otro lado, yo.
Y espumosa,
mantecosa,
bienoliente,
sabrosa,
bullente,
jugosa,
caliente,
cual finísimo riel
de la ubre va fluyendo
y en la cuerna va cayendo
espumando,
chispeando,
humeando,
leche dulce como miel...
José María Gabriel y Galán