EL INFIERNO
Los hombres ya no viven: como enterradas serpientes
En el otoño, como lunas perezosas en invierno,
En el estío son águilas o tigres, soles sanguinarios
Que arden en el opaco mundo de las cosas,
Guerreros en vigilia como los astros
Para que en inmortales los convierta el cielo mentido.
Nobles o perversos, mas efímeros porque es su obra
Única arrancar un instante al infierno
La misma carne que los delata a los dioses,
Los amantes están solos en la tierra.
Feroces porque el que siempre da recibe injusticia,
Quieren ser como uñas o dientes en el otro,
Como la selva tras la tormenta de verano, quieren
Que nadie vea su debilidad, sino sufra violencia,
Ayuntados como hermosas bestias o en fuga como criminales
La luz los ciega: el hombre no tiene tiempo para reconocerse.
Se abrazan en su miseria hasta encontrar un cuerpo
Impenetrable donde sólo la muerte toca fondo:
Sus bocas están juntas, mas separadas siguen las almas.
Jorge Gaitán Durán