Apegado a la vida tengo la piel sinuosa,
vagos ruidos de oceano y opimas cavidades,
porque aquel repentino ventarrón ha llegado
y el miserable sueño despierta en un puñado
de dolor y arenillas o en esa desazón
que sube hasta los vellos desde honduras venosas
y desde mi experiencia de punzantes desnudos.
Oh despótico asombro, totalidad benéfica
donde el deseo gime sin mapas conocidos,
sin la estatua estival del campo iluminado,
sin una geometría exacta en su hermosura.
Oh libertad del cuerpo, siembra deparadora
donde quemado vivo, dulce fecundidad
ya derramada toda por mi aliento mortal,
ya extendida en la hoja de un sino majestuoso.
Alto de nada, caigo asombrado en el mar,
ser yo mismo me pone hondo nimbo en la carne
y los anchos imanes, cielo y mudez, me escudan
de la gana nocturna que alimenta el olvido.
Entre el dolor y el musgo sólo queda la muerte.
Entre el mar y la sombra sigue creciendo el sueño.
Jorge Gaitán Durán