AL MARGEN DE LAS MIL Y UNA NOCHES:
LA INMINENCIA
Entonces dije: «Sésamo». La puerta
Con suavidad solemne y clandestina
Se abrió. Yo me sentí sobrecogido,
Pero sin embarazo penetré.
Alguien me sostenia desde dentro
Del corazón. De un golpe vi una sala.
Arañas por cristal resplandecían
Sobre una fiesta aún sin personajes.
Entre espejos, tapices y pinturas
Yo estaba solo. Resplandor vacío
Se reservaba al muy predestinado.
Y me lancé a la luz y a su silencio,
Latentes de una gloria ya madura
Bajo mi firme decisión. Entonces...
Jorge Guillén