HISTORIA EXTRAORDINARIA
Y bajo los diluvios demoníacos,
Reiterada la furia
Con método,
Fue conseguida —casi—
La destrucción total.
Y cayeron minutos, meses, años.
Y no credo entre ruinas
El amarillo jaramago solo,
Amarillo de tiempo,
De un tiempo hueco a solas.
Se elevaron los días, las semanas.
Y vertical, novel,
Surgid el nombre de siempre.
Ya Rotterdam es Rotterdam.
¡Salud!
Creo en la voluntad
De este planeta humano:
Planeta de alimañas,
De velludos feroces que en dos pies
Se alumbran con los fuegos que sus artes
Encienden,
Fuegos, ay, tan ambiguos,
De anulación y de invención, hermanas...
Las hermanas gemelas
Sumisas o insumisas
A este bronco animal
Que, ceñido de bosques,
Va de idea en idea trasformando
La realidad, a veces
Del todo realizada.
Gloria a la bestia convertida en hombre.
Entre apuros y angustias
Candidato a lo humano,
Asciende hasta la cumbre de su espíritu:
Nada más una chispa.
Y luce,
Alegre, más, terrible. ¡Qué de hogueras,
Que de chisporroteos, surtidores
Nocturnos, faustos brillos!
Las olas y las tierras y las brisas,
Nombradas, se someten,
Y hasta el áspero prójimo dibuja
Su perfil dominante
De montañas, de ríos, de confines.
«Hacer» tendrá más radio que
«soñar».
En este muelle, frente a embarcaciones
Y grúas y horizontes,
Siento inmortal a Europa,
Uno siento el planeta.
La historia es solo voluntad del hombre.
Jorge Guillén