¡AMOR MÍO!
Cerca de un tronco senil
sin un rastro de verdor,
su cáliz abrió una flor
una mañana de abril.
Lleno el tronco de pesar
miró la flor a sus pies,
la miró mucho… y, después,
se puso el tronco a llorar.
Y su llanto bienhechor
cayó en el cáliz vacío
y fue el único rocío
que al nacer tuvo la flor.
Y la flor, agradecida,
un beso al tronco le dio;
y el tronco reverdeció...
¡Porque un beso da la vida!
Soy el tronco secular
que llora sobre ti, flor;
devuélveme mi verdor,
no me hagas tanto llorar.
Julio Flórez