EL INDIO
Hundida hasta las cejas la corrosca;
ruana listada, de algodón; montera;
calzón de manta; abierta la pechera
de lienzo crudo; la epidermis hosca.
El guayacán en la muñeca tosca
siempre colgado; alega a la ventera
a tiempo de pagar, y urde quimera
cuando tras larga libación se amosca.
Con la ovalada jaula ya vacía
de vuelta del mercado, la alegría
del lucro humilde su semblante inunda.
Y ajeno de la suerte a los rigores,
al son del tiple canta sus amores
a la luz de la tarde moribunda.
Julio Flórez