A MI MADRE
¡Duerme!... la garra del dolor artero
ya no herirá tu corazón sensible;
ilumina mi espíritu... lucero!
Háblame desde el piélago invisible.
¿Duermes? ¡No! ¡Tú no duermes! Yo te siento
vagar cerca de mí como una aroma:
Por todas partes tu semblante asoma
radiante como el sol del firmamento.
¡Sí! ¡Tú me estás mirando! ¡Te percibo
en la sombra! ¡Te escucho en el silencio
de mi mal, y de hinojos reverencio
tu santidad!... ya ves... ¡por eso vivo!
Sin fuerzas casi, con las alas rotas,
hoy, madre santa, en lo indeciso bogo;
tú... ya en el agua de la muerte, flotas.
Yo... de la vida en el fangal, me ahogo.
Julio Flórez