A VÍCTOR HUGO
Preguntaba una noche entristecido:
¿En dónde están, en dónde, ¡oh genio santo!
los grandes pensamientos que murieron
sin nacer, en el fondo de tu cráneo?
Y la noche me dijo:
—¡Miradlos! Están en mi regazo.
Alcé los ojos y miré! Dios mío...
¡Cómo hervían los astros!
Julio Flórez