A UN NIÑO
Ved ese roble que abatir no pudo
ayer el huracán que asoló el monte,
y que sigue siendo el alto y rudo
centinela que mira al horizonte.
El rayo apenas lo agrietó; sereno
sobre su vieja alfombra de hojarasca
se yergue aún como retando al trueno
que la furia azuzó de la borrasca.
Sé tú como ese roble: que la herida
que abra en tu pecho el dardo de la suerte
sin causarte escozor, sane enseguida.
Labora y triunfa como sano y fuerte,
para que el lauro que te dé la vida,
flote sobre el remanso de la muerte.
Julio Flórez