JOB
Job, el leproso formidable, hediondo
hasta asfixiar, su acuosa podredumbre
siente un día rodar bajo la lumbre
de un sol de estío, refulgente y blondo
Y el ojo clava en el azul sin fondo
de la impasible, sideral techumbre
y, olvidando su antigua mansedumbre,
lanza un rugido lastimero y hondo
Es ya de noche: un charco nauseabundo
de carnes desleídas y asquerosas
se dilata a los pies del santo inmundo
Y entre aquel charco, atónitas y bellas,
como enjambre de abejas luminosas,
mira Job, cabizbajo, las estrellas.
Julio Flórez