LA NOVIA ETERNA
Ávido el mar de poseer la tierra
al sonoro aletazo de la brisa,
en salto audaz, con ímpetu que aterra,
cubre la playa a su pasión sumisa.
Y un grito lanza, un grito formidable
de impaciencia y de amor, de ira y de pena,
al ver que sólo acariciar le es dable
las mismas rocas y la misma arena.
Y alarga hacia su eterna prometida
su amargo belfo azul, bajo la bruma,
en demanda de un ósculo de vida;
y al sentir la impotencia que lo abruma,
ruge... y le arroja en cada arremetida
todos los azahares de su espuma.
Julio Flórez