EPÍLOGO
¡Humanidad misérrima! ¿Hasta cuándo
irás tras de la soga del verdugo,
dócil al peso del odioso yugo
que estás ha tantos siglos soportando?
¿Por qué al paso del César que te engaña
alzas de admiración sordo murmullo?
Si él es grano de arena y tú montaña,
¿por qué postergas a sus pies tu orgullo?
¿Hasta cuándo el chacal, la hiena, el lobo,
te arrastrarán lo mismo que a un cordero
sobre la inmensa redondez del globo?
¡Si eres cobarde y gustas del acero,
de zarpa y diente y de homicidio y robo,
bien haces en marchar al matadero!
Julio Flórez