LXXVII
Ojos en que la noche ha detenido
su cortejo de sombras y de estrellas;
ojos cuyas miradas son centellas
escapadas del arco de Cupido.
Ojos negros, más negros que el olvido;
ojos radiantes, de pupilas bellas,
que habéis dejado tan profundas huellas
en mi doliente corazón herido.
Ojos en que brillar se ve la aurora
eterna del amor: ved mi quebranto,
ved el lento dolor que me devora;
y, ante las sombras de mi vida incierta,
una gota verted de vuestro llanto
sobre la flor de mi esperanza muerta!
Julio Flórez