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XL

Cuando acabó el ateo,
con su frase vibrante y atrevida,
de eliminar a Dios... dijo: —No creo
en ese ser injusto.

Y, enseguida,
nos habló de sus penas.

La ancha frente
inclinó melancólico y sombrío...
y exclamó, distraído, de repente:
—¡Qué infeliz soy... Dios mío!



Julio Flórez


«Gotas de ajenjo» (1910)

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