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NINA

Qué sola estás en la candente orilla
del mar, mientras mi barca huye del puerto.
La rosa virginal de tu mejilla,
más que una rosa, parece un lirio muerto
bajo la seda azul de tu sombrilla.

Como si fuese modelada en hielo,
tu faz, irradia ante el muriente día.
Secas tus ojos —de color de cielo—
alzas la frente... escrutas la bahía,
y me mandas tu adiós con tu pañuelo.

Mi barca, más se aleja! Casi extinta,
la tarde llora al sol, que, aunque muriendo,
con luz de oro su mortaja pinta. 1
La noche avanza, sobre el mar tremendo
como una negra inundación de tinta!

La gran voz del océano, resuena
como una imprecación larga y profunda
en la medrosa lejanía... y llena
la noche de pavor; noche serena,
que el corazón, de languidez me inunda.

Véspero parpadea. Ni una nube
empaña el vasto azul del firmamento.
Blandamente, la luna, sube, sube,
cual si Dios la impulsase con su aliento,
o la empujase el soplo somnolento 2
de las trémulas alas de un querube!

Ni una menuda ráfaga de viento
arruga el raso gris de la bahía.
Mi barca roza, al alejarse, apenas,
la transparente superficie fría
del mar, que, aletargado, se desmaya
en su lecho de rocas y de arenas!

Por la brumosa playa
cruzar veo una sombra... ¿eres tú... Nina?
Hace solo una hora
que te di el primer beso
y el último tal vez... Aún me domina
la vibrante emoción subyugadora
que sentí, al despedirme, cuando impreso
dejé en tu boca pálida y divina
aquel ósculo cálido...

¿Quién llora
en la playa desierta?, ¿eres tú... Nina?
                ¿Tú, que piensas ahora, 3
desconsolada, acaso,
que jamás volveré?..., ¿dudas?... ¿no oíste
que, ante el sol que moría en el ocaso
esta tarde, al partir, lloroso y triste,
juré mil veces refrenar el paso,
pronto, cerca de ti?...

Mientras se aleja,
raudo, mi esquife, allá en la silenciosa 4
orilla en donde estás, oigo una queja!
¿Eres tú... Nina? Perfumada rosa:
En tu cáliz, mi espíritu te deja
un rocío de lágrimas!

Se inclina
mi barca... Sopla el viento...
Una blancura,
como un gajo de lirios, grácil, pura,
tiembla entre playa y cielo:
                        ¿Es una ave marina?
¿Una gaviota que sacude el vuelo?
                  ¿Es tu pañuelo...Nina?
Sí, Nina, ¡adiós! ¡adiós! ¡Es tu pañuelo!

¡Qué miro! El huracán la playa azota,
y arranca de tu mano el lino
que vuela como un pájaro marino
hacia mi barca, que en la espuma flota,
del mar, sobre el undoso torbellino.

                      Y, ¡oh milagro! A mí llega:
y es el ronco huracán quien me lo entrega,
húmedo aún por tu amoroso llanto!

Una nube de lágrimas me ciega...
y esa nube de lágrimas, en tanto
que oigo, a merced del soplo, que me nombras,
en larga lluvia tu pañuelo anega;
mientras, entre los pliegues de las sombras, 5
el huracán sus ímpetus sosiega!

Mas... no te veo ya. ¡Voces arcanas
resuenan en las olas!...
¡Nina, Estrella!
si están brillando todas tus hermanas,
¿por qué te ocultas tú, tú la más bella?

        .......................................

Hoy que están separadas nuestras vidas,
para siempre quizás, guardo un consuelo...
un consuelo en que yacen confundidas
nuestras gotas de llanto: aquel pañuelo
que, el sonoro huracán, en sus temidas
alas me trajo... ¡al remontar el vuelo!



Julio Flórez


Otras versiones traen estas variantes

1 de plata y oro su mortaja pinta;

2 o la empujase el soplo soñoliento

3 tú, que piensas acaso

4 mi pobre barca, allá en la silenciosa

5 mientras que entre los pliegues de las sombras,


«Fronda Lírica» (1908)  
La voz del río


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