QUIZÁS
Cuando murió mi madre idolatrada,
mi ardiente corazón tornose en hielo:
en un hielo tan duro, que ya nada
derretirlo podrá... ni el sol del cielo,
¡ni el rayo abrasador de tu mirada!
Más, sin embargo, mírame ¿Quién sabe?
ya que tan sólo a ti mi fe consagro,
ya que tu amor en mi tristeza cabe,
¿no tendrás tú la miseria clave
que haga llama ese hielo? ¡haz el milagro!
Julio Flórez