EN LA AUSENCIA
A la pálida muerta de la noche,
al resplandor de los celestes cirios,
va descendiendo en su enlutado coche:
Mientras que los ensueños y delirios,
surgen en los pensiles de la mente,
albos como las garzas y los lirios.
Habla el silencio al corazón y siente
el espíritu un ansia indefinible
de alzarse hasta el azul resplandeciente.
Hasta ese inmenso azul inaccesible,
donde los astros, como flores vivas,
hechas de fuego, alumbran lo invisible.
Y en donde como trémulas cautivas,
tras de rejas ignotas, las estrellas
enderezan sus frentes pensativas.
Y abren sus ojos luminosos, ellas,
las soñadoras blancas del vacío,
esquivas siempre, pero siempre bellas.
Todo duerme: la vega, el bosque, el río.
Todo duerme: la flor, el ave, menos
tú, en el sopor del pensamiento mío.
Julio Flórez