ROJO Y BLANCO
En la cabeza el azahar y toda
su tersa carne florecida: el seno
de lirios albos y de rosas lleno;
llega al templo en el día de su boda.
Con su mirada, de placer beoda,
el novio la examina; ella, el obsceno
mirar siente de aquel, y su moreno
rostro incendia el rubor; y se incomoda.
Asco siente y deplora su destino,
su infame venta y su perfidia; ¡ahora!
q'es presa del dorado vellocino.
Llegó de pronto... ¡Tiembla la traidora!
Y densa palidez cubre el divino
carmín sangriento de su faz aurora.
Julio Flórez