AVE GRIS
De la pared la escala suspendida...
y al pie de la pared... tú y yo, mi vida.
En la triste y desierta
soledad de los ámbitos azules,
como una novia muerta,
la blanca luna entre nevados tules.
Silencio, ni un ruido,
mudo el viento en los árboles dormido.
Tú, mustia y temblorosa,
como el pétalo casi desprendido
del cáliz de una rosa.
Después... las explosiones
del amor, tanto tiempo comprimido,
en nuestros anhelantes corazones.
El vértigo. ¡Los éxtasis profundos
debajo de la noche y de los mundos!
Luego... un ave que cruza
el aire, que nos mira y lanza un grito:
una enorme lechuza,
que se pierde en el lóbrego infinito.
Tú, que huyes asustada;
yo, que subo la escala y luego... nada.
Hoy ha cambiado todo,
¡oh niña, y de qué modo!
El espantoso olvido,
como pájaro lúgubre e inquieto,
en la noche de tu alma se ha cernido.
Sabes que soy discreto
y que nunca hablaré de tu secreto.
Mas, no sabes, ignoras
cuán amargas y tristes son mis horas.
No sabes que me río
y que me estoy muriendo, ¡a pesar mío!
Mas no importa; que cante
de alegría tu nuevo y dulce amante.
De tu honor ostentando los tesoros
hoy por la senda de tu amado cruzas,
porque sabes muy bien que hablan los loros
pero no las lechuzas.
Julio Flórez