XVII
Escueto y solo, donde el llano empieza,
se tiende el cementerio campesino;
y en la santa penumbra el vespertino
viento, suspira... y la colmena reza.
Nadie viola su mística tristeza,
nadie! Y en el invierno peregrino
se dobla alguna cruz ante el camino
y amanece llorando la maleza.
Ya de noche, unas vacas compasivas,
haciendo misteriosas rogativas,
se echan por calentar las sepulturas;
y, convirtiendo al cielo sus ojazos,
ven una cruz de estrellas, cuyos brazos
se abren sobre las huérfanas llanuras.
José Eustasio Rivera