XIII
La gentil calentana, vibradora y sumisa,
de cabellos que huelen a florido arrayán,
cuando danza bambucos entristece la risa…
y se alegra el susurro de sus faldas de olán.
Es más clara que el agua, más sútil que la brisa;
el ensueño la llena de romántico afán,
y en los llanos inmensos, a la luz imprecisa,
tras las garzas viajeras sus miradas se van.
Siempre el sol la persigue, la sonroja y la besa;
con el alma del río educó su tristeza
al teñir los palmares el postrer arrebol.
¡Oh, daré mis caricias a su boca sonriente,
y los vivos rubores borrarán de su frente
esa pálida huella de los besos del sol!
José Eustasio Rivera