I
De pie sobre la cúpula del farallón lejano,
mi espíritu con toda la inmensidad confina;
y abriendo al infinito su clámide argentina,
la inspiración se tiende sobre la luz del llano.
Y avanza, y a los giros del vuelo soberano,
del horizonte surgen, en serie paulatina,
palmeras y vacadas, el río, la colina,
y sigue ante mis ojos creciendo el meridiano.
¡Todo lo vi! Y entonces el pensamiento mío
estrecha halló la atmósfera y el ámbito sombrío.
Mas en el propio instante que mi rebelde anhelo
soñó violar los soles silentes de otro mundo,
desde la pampa intérmina vino un viento iracundo
y elevó, con gran ruido, mis dos alas al cielo.
José Eustasio Rivera