VI
Embravecida, por la gris barranca
donde albos nimbos el vapor condensa,
relampagueando entre la noche inmensa
hunde su hervor la torrentera blanca.
Abierto en flecos su caudal arranca,
y en el profundo vórtice suspensa,
alza un iris flotante de la densa
hondura, que los rápidos estanca.
Espumante, sus globos bramadores
avienta en las rompientes de granito;
bate el monte con hórridos temblores,
y al estallar su tromba de centellas,
en el cielo, azoradas por el grito,
palidecen, insomnes, las estrellas.
José Eustasio Rivera