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Pescadora de estrellas, una nutria recata
en la noche sus ojos de fulgente berilo;
y al bucear en el cauce de recóndito asilo,
suena el agua profunda que los cielos retrata.
Bajo círculos lentos, la furtiva pirata
se sumerge en las grutas con nervioso sigilo;
y al instante, robado del espejo tranquilo,
un lucero diluye sus temblores de plata.
Cuando al brillo del orto se encamina la estela,
hiende líquidas franjas en la débil penumbra
con su fino peluche de color de canela;
y encendiendo matices sobre el tubo sonoro,
un lingote de nácar en su boca relumbra
como lánguida estrella de zafir y de oro.
José Eustasio Rivera