VIII
En la tórrida playa, sanguinario y astuto,
mueve un tigre el espanto de sus garras de acero;
ya venció a la jauría pertinaz, y al arquero
reta con un gruñido enigmático y bruto.
Manchas de oro, vivaces entre manchas de luto,
en su felpa ondulante dan un brillo ligero;
magnetiza las frondas con el ojo hechicero,
y su cola es más ágil y su ijar más enjuto.
Tras las verdes palmichas, distendiendo su brazo,
templa el indio desnudo la vibrante correa,
y se quejan las brisas al pasar el flechazo...
Ruge el tigre arrastrando las sangrientas entrañas,
agoniza, y al verlo que yacente se orea,
baja el sol, como un buitre, por las altas montañas!
José Eustasio Rivera