A LA EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES
Iba mirando la Fortuna un día
La orilla del Genil,
Y una perla encontró donde yacía
El trono de Buabdil.
Era la perla del Genil hermosa,
De precio singular:
Con otras fue por la voluble diosa
Puesta en su mismo altar.
Llegose en tanto a la Fortuna un hijo
De los que más amó.
«¡Una corona para mí!» le dijo:
La madre se la dio.
Rica, muy rica, pareciole al verla:
Diadema era imperial;
Mas faltaba en su círculo una perla
Para lucir cabal.
«Abrid vuestro tesoro soberano,
Y haced completo el don.
—Escoge entre mis joyas por tu mano,
Según tu corazón.»
Solícito el Amor, libre de venda,
Volaba por allí.
«Mira (le dijo al Príncipe) la prenda
Guardada para ti.»
Puso en la margarita de Granada
Su dedo blando Amor,
Y en la insignia del César engastada,
La realzó en valor.
«¿Es (me decís) tu narración amena
Fábula de otra edad?
—Es (con robusta voz responde el Sena)
Magnífica verdad.»
Esas dos palmas ved, que a gran distancia
Juntan sus ramos hoy.
A Granada escuchad: «Trono de Francia,
Emperatriz te doy.»
Aún la flecha de Amor hace atrevida
Conquistas al poder;
Aún se ve repetir ennoblecida
La exaltación de Ester.
Eras, Eugenia, tú, dulce ornamento
De tu natal país;
Ya resplandeces donde tuvo asiento
La madre de San Luis.
Por ella el cielo próvido te mande
La luz de su favor:
Deuda en el solio contrajiste grande;
Tu espíritu es mayor.
Haz de satisfacerla empeño y gala:
Digno es de ti ese afán;
A tu hermosura tu virtud iguala;
Tu sangre es de Guzmán.
Sangre del que en Tarifa puso freno
Al sitiador cruel.
Timbre glorioso mereció de Bueno:
Sé su heredera en él.
A entrambos mundos con asombro tienes
Mirándote los dos.-
¡Flor del suelo andaluz!... ¡Mil parabienes!
¡Emperatriz!... Adiós.
Cuando suene, de Francia bendecido,
Tu nombre, en ecos mil,
No sentiremos el haber perdido
La perla del Genil.
Febrero de 1853.
Juan Eugenio Hartzenbusch